LARRENZUELA CITY: La destrucción de los valores y la identidad en la era de la posverdad

Por Ricardo Tejerina*

La verdad ha muerto y con ella se han enterrado las fuerzas morales, aquéllas que nos enseñara José Ingenieros un siglo atrás en una obra épica, que bien podría ser el catecismo laico más relevante de nuestra lengua. La mentira campea oronda sobre la tierra baldía y los despojos de una sociedad prometida y nunca realizada. Como reza la letra del tangazo que cantara con maestría el Varón del tango, Julio Sosa: “Nada, nada queda en tu casa natal, sólo telarañas que teje el yuyal”.

Mi viaje por la política sigue siendo como el del Dante por por el infierno, conociendo a cada paso anillos cada vez más viles y fétidos, plagados de inmundicias, pantanos, ciénagas y podredumbres. A diferencia del poeta florentino, a mí no me guía Beatriz; ni siquiera de esa compañía restauradora uno dispone. Hay que moverse por el territorio donde se ha de abandonar toda esperanza en completa soledad espiritual, desamparo y perplejidad.

Durante estos meses he escuchado, leído y visto replicar con indecente impunidad todo tipo de mentiras. Deconstrucciones flagrantes de la verdad, repetidas con entusiasmo exacerbado por parte de amanuenses de los intereses más perversos y operadores de las intenciones más abyectas. He sido azorado espectador de cómo se corrompe todo pasado, se tergiversan hechos, se confunden tiempos, se inventan situaciones, se plantan pruebas falsas, se crean apócrifos testigos de cargo y se falsean todos los testimonios. En el basurero de las verdades, es la cloaca de los inmorales el lugar donde la cena está servida.

Todo eso execrable y desdoroso tiene nombre y lugar. Es la forma deforme, grotesca y deshumanizada que promueve el actual Jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, como modo de hacer política (siniestra). Sí, ese hombre calvo y de rala barba entrecana, que con los mismos buenos modales de Judas, pergeña atrocidades que otros mucho más brutos, toscos y hasta violentos, jamás se animarían.

Su correlato local es el intendente de Tres de Febrero, Diego Valenzuela. El aprendiz de brujo de Horacio, es el sinónimo más preciso y fiel de la perfecta decepción. Su descenso indetenible hacia todo lo que está mal ya es a todas luces un destino irreversible. Copia algo destintada del original de CABA, reproduce los peores comportamientos, los más reprochables ardides y las más sórdidas bajezas. Operaciones para bajar candidaturas como lo ha hecho en su propio frente y lo intentó en otros, acciones para infiltrar gente en espacios ajenos, intentos de rompimientos vía desprestigios y difamaciones, y ahora la autocreación de pseudoagrupaciones de todo pelaje y color que lo apoyan pidiendo el corte de boleta a diestra y siniestra en desmedro de otros partidos y candidatos, nos muestran el verdadero rostro de un individuo desposeído por completo de escrúpulos y mínimos pudores.

En Larrenzuela City el poder es una enfermedad incurable y la verdad un bien escaso y despreciado. En la tierra donde todas las baldosas son iguales, todavía existen los que con la constancia de los peregrinos y un fervor inexplicable seguimos en la afanosa búsqueda de la única distinta.

Podrán atacarme. Podrán defenderme. Ante la evidencia, y como artífices del propio destino, cada cuál elige de qué lado ubicarse ante la historia y la posteridad.

*El autor es escritor, licenciado en Gestión del Arte y la Cultura, ex subsecretario de Cultura municipal y precandidato a intendente de Tres de Febrero por La Libertad Avanza.

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